Quien más aportó en el último siglo sobre el término hegemonía fue el político y pensador Antonio Gramsci. Las prácticas hegemónicas para Gramsci, tienen por objeto la formación del conformismo cultural en las masas: una serie de actitudes, de comportamientos, de valores y de pensamientos que permiten a una clase ejercer su supremacía y articular, para los fines de su dominio, los intereses y las culturas de otros grupos sociales. En definitiva, este proceso (fundamentalmente cultural) le permite a los grupos dominantes hacerse también dirigentes de la sociedad. Para esta finalidad, los grupos
dominantes trabajan el interjuego entre hegemonía y consenso a través de la educación, el derecho, los partidos políticos, la opinión pública, los medios de comunicación, etc.[1]
Para Paulo Freire la educación bancaria se da cuando el educador deposita conocimiento en la mente del educando. Se trata de inculcar nociones, de introducirlas en la memoria del alumno, que es visto como receptáculo y depositario de informaciones. Es una educación vertical y autoritaria y es la que predomina en el sistema educativo formal. Freire dice que esta educación sirve para la domesticación de las personas. “La educación bancaria dicta ideas, no hay intercambio de ideas. No debate o discute temas. Trabaja sobre el educando […]. No le ofrece medios para pensar auténticamente, porque al recibir las fórmulas dadas, simplemente las guarda. No las incorpora, porque la incorporación es el resultado de la búsqueda, de algo que exige de parte de quien lo intenta, un esfuerzo de re-creación, de invención”[2]
Entre sus obras se destacan La educación como práctica de libertad y Pedagogía del oprimido. Plantea que “la pedagogía dominante es la pedagogía de las clases dominantes”. Por ello la educación libertadora es incompatible con una pedagogía que ha sido práctica de dominación. La práctica de libertad sólo encontrará expresión adecuada en una pedagogía en que el oprimido tenga condiciones de descubrirse y conquistarse, reflexivamente, como sujeto de su propio destino histórico, y con el método de alfabetización si pudieran acceder a él.
Entre otras, las principales vertientes hegemónicas del campo de comunicación/educación son: la informacional, la que pone énfasis en los efectos y la de denuncia de los medios. Todas ellas deben ser consideradas hegemónicas y residuales.[3]
Jorge Huergo explica que: “El discurso de Sarmiento representa una formación hegemónica que se prolonga en una ideología oficial acerca de las vinculaciones entre educación y cultura. Su pensamiento es un pensamiento nítidamente estratégico: su interés es producir una formación hegemónica a partir de la oposición binaria “civilización y barbarie”. La “oposición binaria” se constituye en categoría analítica de lo sociocultural, desde la cual se producen sentidos elaborándose una cadena sucesiva de oposiciones.
En la gran estrategia sarmientina, el pasaje entre los polos de la oposición binaria se da a través de la escolarización: es ella la que permite el proceso de civilización, la escolarización no es –en definitiva- ni civilización ni barbarie, sino frontera, pasaje y confusión de ambos polos”.[4]
[1] Huergo, Jorge Hegemonía: un concepto clave para comprender la comunicación
[2] Freire, Paulo (1969) La educación como práctica de la libertad. Montevideo: Tierra Nueva.
[3] Huergo, Jorge, Los medios y tecnologías en educación.
[4] Huergo, Jorge, Espacios discursivos. Lo educativo, las culturas y lo político.

Para Paulo Freire la educación bancaria se da cuando el educador deposita conocimiento en la mente del educando. Se trata de inculcar nociones, de introducirlas en la memoria del alumno, que es visto como receptáculo y depositario de informaciones. Es una educación vertical y autoritaria y es la que predomina en el sistema educativo formal. Freire dice que esta educación sirve para la domesticación de las personas. “La educación bancaria dicta ideas, no hay intercambio de ideas. No debate o discute temas. Trabaja sobre el educando […]. No le ofrece medios para pensar auténticamente, porque al recibir las fórmulas dadas, simplemente las guarda. No las incorpora, porque la incorporación es el resultado de la búsqueda, de algo que exige de parte de quien lo intenta, un esfuerzo de re-creación, de invención”[2]
Entre sus obras se destacan La educación como práctica de libertad y Pedagogía del oprimido. Plantea que “la pedagogía dominante es la pedagogía de las clases dominantes”. Por ello la educación libertadora es incompatible con una pedagogía que ha sido práctica de dominación. La práctica de libertad sólo encontrará expresión adecuada en una pedagogía en que el oprimido tenga condiciones de descubrirse y conquistarse, reflexivamente, como sujeto de su propio destino histórico, y con el método de alfabetización si pudieran acceder a él.
Entre otras, las principales vertientes hegemónicas del campo de comunicación/educación son: la informacional, la que pone énfasis en los efectos y la de denuncia de los medios. Todas ellas deben ser consideradas hegemónicas y residuales.[3]
Jorge Huergo explica que: “El discurso de Sarmiento representa una formación hegemónica que se prolonga en una ideología oficial acerca de las vinculaciones entre educación y cultura. Su pensamiento es un pensamiento nítidamente estratégico: su interés es producir una formación hegemónica a partir de la oposición binaria “civilización y barbarie”. La “oposición binaria” se constituye en categoría analítica de lo sociocultural, desde la cual se producen sentidos elaborándose una cadena sucesiva de oposiciones.
En la gran estrategia sarmientina, el pasaje entre los polos de la oposición binaria se da a través de la escolarización: es ella la que permite el proceso de civilización, la escolarización no es –en definitiva- ni civilización ni barbarie, sino frontera, pasaje y confusión de ambos polos”.[4]
[1] Huergo, Jorge Hegemonía: un concepto clave para comprender la comunicación
[2] Freire, Paulo (1969) La educación como práctica de la libertad. Montevideo: Tierra Nueva.
[3] Huergo, Jorge, Los medios y tecnologías en educación.
[4] Huergo, Jorge, Espacios discursivos. Lo educativo, las culturas y lo político.
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