Paulo Freire decía que “la educación es praxis, reflexión y acción del hombre sobre el mundo para transformarlo”. Ya no se trata de una educación para informar, sino que busca formar a las personas y llevarlas a transformar su realidad. Es por esto que Freire va a hablar de educador-educando con un educando-educador. Esto significa que nadie se educa solo, sino que los hombres se educan entre sí mediatizados por el mundo.
Lo que se va a explicar a continuación está tomado del libro Una pedagogía de la comunicación de Mario Kaplún.
Lo que importa es más que enseñar cosas y transmitir contenidos, lo que importa es que el sujeto aprenda a prender; que sea capaz de razonar por sí mismo, de superar las constataciones meramente empíricas e inmediatas de los hechos que la rodean (conciencia ingenua) y desarrollar su propia capacidad de deducir, de relacionar, de elaborar síntesis (conciencia crítica).
El cambio fundamental consiste en el paso de un hombre acrítico a un hombre crítico.
Desde lejanos tiempos, coexisten dos formas de entender el término comunicación:
1- Acto de informar, de transmitir, de emitir. Verbo: comunicar.
2- Diálogo, intercambio; relación de compartir, de hallarse en correspondencia, en reciprocidad. Verbo: Comunicarse.
En realidad, la más antigua de estas acepciones es la segunda. Comunicación deriva de la raíz latina COMMUNIS: poner en común algo con otro.
¿Por qué esta última acepción se fue oscureciendo y olvidando y comenzó a predominar la primera?
El principal motivo de ese desplazamiento de sentido está en la irrupción de los llamados “medios de comunicación social”: la prensa, la radio, la televisión.
En un comienzo, cuando empezó su expansión, no se les llamaba así. Los norteamericanos (sus grandes propulsores) los denominaron simplemente mass media: medios masivos o de masas. Pero después, para legitimarse y afirmar su prestigio, ellos mismos comenzaron a llamarse “medios de comunicación social”. Se apropiaron del término “comunicación”. Y ahí probablemente nació el equívoco.
Es interesante tomar el término prealimentación de Mario Kaplún. La prealimentación sería la “búsqueda inicial que hacemos entre los destinatarios de nuestros medios de comunicación para que nuestros mensajes los representen y reflejan. Por ahí comienza y debe comenzar un proceso de comunicación educativa”.
La función del comunicador ya no consiste en transmitir sólo sus propias ideas. Su principal cometidos es el de recoger las experiencias de los destinatarios, seleccionarlas, ordenarlas y organizarlas y, así estructuradas, devolvérselas, de tal modo que ellos puedan hacerlas conscientes, analizarlas y reflexionarlas.
Es por eso que los comunicadores educativos necesitamos evaluar la eficacia de nuestros mensajes. Preguntarnos si llegan a aquellos con quienes tratamos de comunicarnos.[1]
[1] Kaplún, Mario (1998) Una pedagogía de la comunicación. Madrid: Ediciones de la Torre
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